Hay materiales que definen un entorno, como el marès en las islas Baleares. La imponente catedral de Palma de Mallorca o el Palacio de la Almudaina fueron construidos con esta arenisca formada por la litificación de las dunas. El marès combina arena y conchas fósiles cohesionadas a lo largo de milenios por un cemento natural de carbonatos.

El tamaño de los granos de arena y el nivel de carbonatación pueden variar dando lugar a bloques de distintas características. Del mismo modo, el color tampoco es homogéneo, moviéndose del blanco más puro a tonos ocres con distintos grados de intensidad.

En las canteras de las islas, los ‘trencadors’, mineros al aire libre, elegían el lugar idóneo para extraer el marès utilizando su oído, escuchando la piedra. Los sonidos agudos con mayor reverberación natural ofrecían el mejor material. Los graves y secos eran descartados. Así, guiándose por los sentidos, los canteros iban generando espacios que dieron lugar a nuevos paisajes.

Esto puede contemplarse perfectamente en el sur de Menorca, una isla en la que en Enero Arquitectura estamos trabajando por la integración de la arquitectura en el paisaje recuperando tradiciones, respetando los materiales originales y dando una nueva vida a construcciones con una fuerte personalidad histórica.

En Menorca las piedras hablan. Escuchándolas conseguimos que su relato se perpetúe, que la personalidad de las construcciones siga contando la historia de la isla.