Desde las primeras impresoras de papel, mucho ha evolucionado este sector, tanto que buscó una de las mejores aliadas posibles, la tecnología 3D, para reinventarse. Hoy, las impresoras 3D reproducen desde cucharas, pasando por piezas protésicas para nuestros cuerpos hasta, incluso, piezas específicas para la construcción o construcciones completas.

 

Un ejemplo de dicha construcción impresa lo encontramos en Project Milestone (en Holanda), con una serie de cinco casas. La constructora holandesa a cargo de todo esto, Van Wijnen, se sirve de una impresora 3D que tiene un brazo robótico. Dicho brazo cimenta a través de una boquilla que emite un cemento con una textura más “batida” que el cemento actual, con el que han introducido un diseño de vivienda en el programa. Un proyecto puntero a nivel mundial basado en la construcción con impresoras 3D.

 

Otro ejemplo, lo encontramos en Zúrich con DFAB HOUSE, proveniente en su mayoría de perfiles graduados en la ETH Zúrich, un laboratorio de fabricación digital relevante por un despliegue de calidad tecnológica impresionante. El próximo verano, residentes, investigadores y trabajadores privados podrán hospedarse en este espacio para la experimentación arquitectónica.

 

Pese a lo que podamos pensar, las impresoras 3D tienen también futuro en áreas a priori adversas para su profusión. Hablamos de los usos de este tipo de máquinas en la rehabilitación. Las impresoras 3D podrían servir para rehabilitar fachadas, piezas de patrimonio como balaustradas, gárgolas o, incluso, realizar elementos decorativos singulares en las propias fachadas.

 

Sin lugar a dudas, las técnicas del presente/ futuro deberán estar cada vez más atentas a las formas artesanales del pasado si quieren lograr entrar en áreas que a priori, requieran de capacidad de reproducción de pequeños detalles. Se trata de un auténtico reto de la impresión 3D y, sobre todo, de la capacidad de adaptación de los profesionales de la rehabilitación patrimonial a este entorno de hiperrealidad.