Cuando hace unas semanas publicábamos en este blog un texto sobre los maestros caleros, empezábamos una sección dedicada a recordar una serie de oficios tradicionales que poco a poco van cayendo en el olvido pero que en Enero Arquitectura tenemos muy presentes.

En esta ocasión, queremos hablaros de los canteros, los artistas que a golpe de cincel y martillo labran la piedra para posteriormente utilizarla en construcciones. La cantería es uno de los oficios más antiguos, ya que tiene su origen en el Neolítico, cuando era muy común tallar piedras para construir flechas y lanzas con puntas de sílex.

El punto álgido de la cantería llegó con la construcción de las catedrales góticas del siglo XIII, que presentaron características técnicas que jamás se habían visto hasta entonces. Un par de siglos antes, los canteros ya habían empezado a firmar sus obras mediante las marcas de cantería, que no eran otra cosa que un autógrafo que el artista dejaba en su trabajo para poder contabilizar y cobrar sus piedras una vez estaban terminadas.

No era extraño encontrar en un mismo edificio varias marcas de cantería, porque normalmente no era un solo artesano el que trabajaba el material. Había distintas especialidades de trabajadores, distinguiéndose entre los que extraían, cortaban, labraban y colocaban la piedra.

Poco a poco, el oficio de cantero fue cada vez menos solicitado, ya que con la aparición del cemento y el hierro, el uso de la piedra como elemento arquitectónico quedó relegado a un segundo plano. Sin embargo, actualmente, los canteros vuelven a salir al escenario. Porque, ¿quién es capaz de restaurar un edificio o un monumento histórico hecho de piedra? Solo aquel sabe cómo trabajar con este material.

Por eso, en nuestro estudio hemos recurrido a la experiencia y al conocimiento de estos profesionales para poder reformar muchos de nuestros proyectos de rehabilitación de patrimonio. Las obras de cantería han sido clave para poder recuperar distintos edificios con los que hemos trabajado en el norte de España. El cuidado y destreza con los que los maestros canteros tratan el material nos ha permitido conseguir unos resultados excepcionales, y hemos podido recuperar la esencia del edificio, incorporando también nuestra propia marca —como los canteros— a todo el conjunto.